ADD: la
importancia del diagnóstico
El “ADD” (attention-deficit disorder) son
las siglas que se utilizan para denominar un trastorno que impacta directamente
en el aprendizaje y rendimiento escolar de los niños y repercute tanto en la
vida social como laboral en la vida adulta.
En los últimos años parece existir un sobre
diagnóstico de dicho padecimiento, y la consecuente sobre
medicación en niños y adolescentes de nuestro país y el mundo.
A continuación tendrán acceso a un material sumamente
claro y crítico de esta afección, realizado por un profesional especializado en
esta temática.
Es importante recordar que un diagnostico de este tipo es
algo muy complejo, por lo que es importante una exploración muy exhaustiva para
determinarlo. Espero que les resulte de utilidad tanto a los papás como a los
profesionales que visitan esta página.
ADD: la importancia del diagnóstico
Dr Jaime TALLIS
Coordinador del equipo de “Aprendizaje y Desarrollo” en el Hospital General de
Agudos “Dr Carlos Durand”.
"Todo lo que tenga que ver con conducta y aprendizaje
es una parte muy significativa en la vida de los chicos. Vivir el fracaso
escolar para los padres es muy problemático. Se trata de ver cuáles son las
posibles maneras de poder solucionarlo, y esta cuestión de que aparezca un
cuadro presuntamente neurológico que pueda ser controlado por una medicación,
es una posibilidad bastante atractiva.
Por eso los padres tratan de ver si por este lado está el
atajo.
Hay que ser MUY EXIGENTES en el DIAGNOSTICO de ADD
(Déficit de atención)
No es sólo una consulta neuropediátrica. Es parte de un
trabajo de equipo: pediatra, psicopedagogo y psicólogo. Esto permite que las
miradas puedan confluir; si no, sería una visión dogmática.
El problema es sensible porque no hay un marcador que yo
diga «hay que hacer un electro, una tomografía y ya está». Se está en el campo
de las hipótesis: no hay ninguna certeza, por lo que no hay un método de
diagnóstico de los que habitualmente uno usa en medicina.
Como neurólogo y neuropediatra descarto otros cuadros
neurológicos o pediátricos que puedan confundirlo; hago un examen clínico
exhaustivo y, si hay dudas, un electroencefalograma -no si hay duda de que sea
un déficit de atención, porque para eso el electroencefalograma no va a
servir-. Pero si supongo que algunas distracciones pueden ser una ausencia de
tipo epiléptico, hago un electroencefalograma para descartar otras enfermedades
neurológicas.
Es fundamental no equivocarse, no dejar pasar cuadros y
tapar un síntoma, medicando.
Si no se sabe de dónde proviene, se tapa el problema, el
síntoma, y a veces son cuadros severos, autistas o psicóticos, que empeoran con
la medicación.
Esto implica hacer un buen interrogatorio, ponerse en
contacto con los profesionales, porque el pediatra es quien interroga si duerme
mal, si ronca de noche, si tiene dificultades respiratorias; porque si duerme
mal, y al día siguiente el chico tiene un déficit de atención, es porque no ha
hecho una buena oxigenación durante la noche. Implica también descartar cómo
está la función tiroidea, ya que un chico con hipertiroidismo puede estar
excitado, y esas son preguntas que hace el pediatra.
El psicólogo tiene que evaluar el contexto familiar porque
las dificultades pueden estar generadas por situaciones familiares. Muchas
veces hay que ver cuáles son las condiciones sociales en las que vive, pues a
veces son efecto de la violencia, la violencia familiar. Tiene que mirar el cuaderno
del chico, colocarlo en toda una situación de evaluación que tiene que ver con
cómo circula la incorporación de la información en estos niños, evaluando
memoria y atención, diagnóstico que hacen los psicopedagogos.
Este tema lo hemos revisado mucho, exhaustivamente.
Hicimos un trabajo en el 2005, con un grupo del hospital con pacientes ya
diagnosticados como Trastornos con Déficit de Atención y medicados como tal. De
los 30 pacientes que llegaron de otros centros diagnosticados y medicados, nosotros
revisamos los diagnósticos, y confirmamos que sólo 5 de los 30 pacientes,
estaban correctamente diagnosticados: estamos hablando de un 80% de niños
medicados con un diagnóstico equivocado.
No es que nosotros postulemos que no hay que medicar a los
chicos. Se piensa que la medicación para el ADD es distinta que la medicación
para un dolor de cabeza, y, en realidad, toda medicación tiene efectos
beneficiosos y efectos colaterales: lo que uno hace es medir cuánto hay de
beneficio y cuánto de riesgo.
Entonces, para que haya beneficio, el diagnóstico tiene
que estar correctamente hecho. Si el diagnóstico es correcto los estimulantes
mejoran la atención. Suelen reducir el nivel de excitación e hiperactividad que
tienen los chicos. En general se trata de cuidar los efectos colaterales, para
lo cual se trata de discontinuarla, no darla en forma permanente, darla unos
meses, después interrumpir y ver si puede arrancar sin la medicación. Por
supuesto no darla en período vacacional, porque la idea central es que la
medicación no cura.
Es una medicación sintomática: se mejoran la inatención y
la hiperactividad, pero las causas no son solucionables con la medicación.
Insisto, la medicación mejora los síntomas, pero no cura las causas.
Es para estar mejor con los compañeros en el aula, para
que puedan prestar mayor atención, para que no tengan estos conflictos con su
grupo y, eventualmente, esperamos una maduración, a medida que van creciendo,
madurando, mejorando, y el resto del equipo va trabajando las áreas donde los
chicos tienen los conflictos.
El efecto adictivo de los estimulantes que usamos en el
déficit de atención no es el mismo que el de los que usábamos hace veinte años.
Antes se usaban anfetaminas, hoy reducidas a muy pocos países. Las anfetaminas
sí tenían efectos adictivos muy importantes; los medicamentos actuales, no. En
nuestro país se utiliza generalmente el metilfenidato, y también la
atomoxetina.
Cuando uno medica simplemente para obtener un rendimiento
sin un análisis total de la situación, hay una asociación de ingesta por
rendimiento que puede trasladarse a otros órdenes de la vida, que lleva a una
conducta de ingesta-resultado, que no es beneficioso.
Lo que veo preocupante es que antes consultaban cuando
estaban en segundo o tercer grado pero ahora consultan a los tres o cuatro
años. Es una cosa tremenda cómo está cambiando la mentalidad, porque pedirle
rendimiento a un chico de tres o cuatro años me parece absurdo, me parece que
nos estamos apresurando.
El chico que no fue diagnosticado en los primeros años de
la primaria, es difícil que después presente este cuadro.
Primero, hay que tener en cuenta que siempre hay
participación de los padres en la enfermedad de los hijos y que tienen que
saber que un chico que tiene déficit de atención y es impulsivo, no lo está
haciendo a propósito; lo hace porque verdaderamente no puede controlarse con
sus impulsos. En segundo lugar, que los padres necesitan ayuda, una orientación
acerca de cómo manejarse con el hijo, que no resulta con los retos ni pensando
que se soluciona con la medicación.
A los docentes les digo lo mismo: antes de decir «andá al
neurólogo a que te dé una pastilla porque vos necesitás algo», tienen que
orientar a los padres para hacer una consulta: «su chico tiene dificultades,
vea a un equipo para que lo puedan evaluar con un criterio de amplitud».
La importancia del diagnóstico es hacer un enfoque amplio
del problema.
Fuente: www.psicoespejo.com.ar