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lunes, 22 de julio de 2013

DEFICIT DE ATENCIÓN

ADD: la importancia del diagnóstico

El “ADD” (attention-deficit disorder) son las siglas que se utilizan para denominar un trastorno que impacta directamente en el aprendizaje y rendimiento escolar de los niños y repercute tanto en la vida social como laboral en la vida adulta.

En los últimos años parece existir un sobre diagnóstico de dicho padecimiento, y la consecuente sobre medicación en niños y adolescentes de nuestro país y el mundo.

A continuación tendrán acceso a un material sumamente claro y crítico de esta afección, realizado por un profesional especializado en esta temática.

Es importante recordar que un diagnostico de este tipo es algo muy complejo, por lo que es importante una exploración muy exhaustiva para determinarlo. Espero que les resulte de utilidad tanto a los papás como a los profesionales que visitan esta página.




ADD: la importancia del diagnóstico
Dr Jaime TALLIS
Coordinador del equipo de “Aprendizaje y Desarrollo” en el Hospital General de Agudos “Dr Carlos Durand”.
"Todo lo que tenga que ver con conducta y aprendizaje es una parte muy significativa en la vida de los chicos. Vivir el fracaso escolar para los padres es muy problemático. Se trata de ver cuáles son las posibles maneras de poder solucionarlo, y esta cuestión de que aparezca un cuadro presuntamente neurológico que pueda ser controlado por una medicación, es una posibilidad bastante atractiva.
Por eso los padres tratan de ver si por este lado está el atajo.

Hay que ser MUY EXIGENTES en el DIAGNOSTICO de ADD (Déficit de atención)
No es sólo una consulta neuropediátrica. Es parte de un trabajo de equipo: pediatra, psicopedagogo y psicólogo. Esto permite que las miradas puedan confluir; si no, sería una visión dogmática.

El problema es sensible porque no hay un marcador que yo diga «hay que hacer un electro, una tomografía y ya está». Se está en el campo de las hipótesis: no hay ninguna certeza, por lo que no hay un método de diagnóstico de los que habitualmente uno usa en medicina.

Como neurólogo y neuropediatra descarto otros cuadros neurológicos o pediátricos que puedan confundirlo; hago un examen clínico exhaustivo y, si hay dudas, un electroencefalograma -no si hay duda de que sea un déficit de atención, porque para eso el electroencefalograma no va a servir-. Pero si supongo que algunas distracciones pueden ser una ausencia de tipo epiléptico, hago un electroencefalograma para descartar otras enfermedades neurológicas.

Es fundamental no equivocarse, no dejar pasar cuadros y tapar un síntoma, medicando.
Si no se sabe de dónde proviene, se tapa el problema, el síntoma, y a veces son cuadros severos, autistas o psicóticos, que empeoran con la medicación.

Esto implica hacer un buen interrogatorio, ponerse en contacto con los profesionales, porque el pediatra es quien interroga si duerme mal, si ronca de noche, si tiene dificultades respiratorias; porque si duerme mal, y al día siguiente el chico tiene un déficit de atención, es porque no ha hecho una buena oxigenación durante la noche. Implica también descartar cómo está la función tiroidea, ya que un chico con hipertiroidismo puede estar excitado, y esas son preguntas que hace el pediatra.

El psicólogo tiene que evaluar el contexto familiar porque las dificultades pueden estar generadas por situaciones familiares. Muchas veces hay que ver cuáles son las condiciones sociales en las que vive, pues a veces son efecto de la violencia, la violencia familiar. Tiene que mirar el cuaderno del chico, colocarlo en toda una situación de evaluación que tiene que ver con cómo circula la incorporación de la información en estos niños, evaluando memoria y atención, diagnóstico que hacen los psicopedagogos.


Este tema lo hemos revisado mucho, exhaustivamente. Hicimos un trabajo en el 2005, con un grupo del hospital con pacientes ya diagnosticados como Trastornos con Déficit de Atención y medicados como tal. De los 30 pacientes que llegaron de otros centros diagnosticados y medicados, nosotros revisamos los diagnósticos, y confirmamos que sólo 5 de los 30 pacientes, estaban correctamente diagnosticados: estamos hablando de un 80% de niños medicados con un diagnóstico equivocado.

No es que nosotros postulemos que no hay que medicar a los chicos. Se piensa que la medicación para el ADD es distinta que la medicación para un dolor de cabeza, y, en realidad, toda medicación tiene efectos beneficiosos y efectos colaterales: lo que uno hace es medir cuánto hay de beneficio y cuánto de riesgo.

Entonces, para que haya beneficio, el diagnóstico tiene que estar correctamente hecho. Si el diagnóstico es correcto los estimulantes mejoran la atención. Suelen reducir el nivel de excitación e hiperactividad que tienen los chicos. En general se trata de cuidar los efectos colaterales, para lo cual se trata de discontinuarla, no darla en forma permanente, darla unos meses, después interrumpir y ver si puede arrancar sin la medicación. Por supuesto no darla en período vacacional, porque la idea central es que la medicación no cura.



Es una medicación sintomática: se mejoran la inatención y la hiperactividad, pero las causas no son solucionables con la medicación. Insisto, la medicación mejora los síntomas, pero no cura las causas.

Es para estar mejor con los compañeros en el aula, para que puedan prestar mayor atención, para que no tengan estos conflictos con su grupo y, eventualmente, esperamos una maduración, a medida que van creciendo, madurando, mejorando, y el resto del equipo va trabajando las áreas donde los chicos tienen los conflictos.

El efecto adictivo de los estimulantes que usamos en el déficit de atención no es el mismo que el de los que usábamos hace veinte años. Antes se usaban anfetaminas, hoy reducidas a muy pocos países. Las anfetaminas sí tenían efectos adictivos muy importantes; los medicamentos actuales, no. En nuestro país se utiliza generalmente el metilfenidato, y también la atomoxetina.

Cuando uno medica simplemente para obtener un rendimiento sin un análisis total de la situación, hay una asociación de ingesta por rendimiento que puede trasladarse a otros órdenes de la vida, que lleva a una conducta de ingesta-resultado, que no es beneficioso.

Lo que veo preocupante es que antes consultaban cuando estaban en segundo o tercer grado pero ahora consultan a los tres o cuatro años. Es una cosa tremenda cómo está cambiando la mentalidad, porque pedirle rendimiento a un chico de tres o cuatro años me parece absurdo, me parece que nos estamos apresurando.

El chico que no fue diagnosticado en los primeros años de la primaria, es difícil que después presente este cuadro.
Primero, hay que tener en cuenta que siempre hay participación de los padres en la enfermedad de los hijos y que tienen que saber que un chico que tiene déficit de atención y es impulsivo, no lo está haciendo a propósito; lo hace porque verdaderamente no puede controlarse con sus impulsos. En segundo lugar, que los padres necesitan ayuda, una orientación acerca de cómo manejarse con el hijo, que no resulta con los retos ni pensando que se soluciona con la medicación.

A los docentes les digo lo mismo: antes de decir «andá al neurólogo a que te dé una pastilla porque vos necesitás algo», tienen que orientar a los padres para hacer una consulta: «su chico tiene dificultades, vea a un equipo para que lo puedan evaluar con un criterio de amplitud».

La importancia del diagnóstico es hacer un enfoque amplio del problema.

Fuente: www.psicoespejo.com.ar